viernes, 2 de octubre de 2009

Estados Unidos y la falsa lucha contra Stroessner


El 8 de marzo de 1979 la Liga Mundial Anticomunista abrió en asunción su XII Congreso, realizado en el local del Instituto Nacional de Tecnología y Normalización. El objetivo era pronunciarse contra la política de Derechos Humanos del presidente Jimmy Carter, que los paladines de la libertad calificaban como “Carter-comunismo”. El Congreso había logrado reunirse merced a la generosa colaboración de importantes empresarios paraguayos, cuyos aportes oscilaban entre 500 mil y un millón y medio de guaraníes de entonces.
El recaudador, Antonio Campos Alum, no solo era director espiritual de la Fraternidad Ecléctica Espiritual Universal, también de las muy terrenales actividades del centro de detención y tortura conocido como “La Técnica” (hoy convertida en museo de la represión). Entre los mas fuertes aportantes se contaban a baluartes de la libre empresa como Cornelius Walde, Nicolás Bo, Rolando Niella, Carrizosa y el gran “luchador” contra Stroessner Aldo Zucolillo (Archivos del Terror, carpeta DNAT, marzo de 1979).
La amistad de estos angelicales filántropos con Campos Alum no desentonaba, ciertamente, con empresarios de medios de comunicación que contaban entre sus cercanos parientes al consuegro de Stroessner (Tuco), a un hermano que servía como delator a servicio de Pastor Coronel (Julio César), y a un cuñado involucrado en el atentado terrorista con bomba que costo la vida a Orlando Letelier en la misma capital de Estados Unidos.
La cooperación entre paraguayos y agentes imperiales en estos asuntos sólo constituye “disparate” para antiguos beneficiarios de donaciones de embajadas como Alcibíades González Delvalle, considerando la profusa documentación existente de la que ya no duda una sola persona razonable. En la carpeta confidencial de Campos Alum se hallaron inclusive tiernas cartas por navidad que dirigía al jefe de La Técnica el director del FBI Clarence Kelly. Que el FBI estaba perfectamente informado del cariz, naturaleza y detalles de los procedimientos de la policía de Stroessner lo documentan los pulcros informes del agente especial Robert Scherrer, operativo del buró en Buenos Aires. Y eso sin mencionar todas las cartas en las que Guanes Serrano y otros citan a la CIA como fuente de sus informes, o los escritos del gran benefactor de la democracia paraguaya Timothy Towell dirigidos a la policía de Stroessner , y adjuntando manuales para interrogatorios. En realidad, el mencionado diplomático, luego devenido en empleado de Andrés Rodríguez, contaba con extensa experiencia en eliminación de amenazas a la seguridad estadounidense, desde que en 1967 acompañó a John Maisto en Cochabamba, participando del asesinato extra-judicial del Che Guevara, para luego ampliar rubros incursionando en las entregas vigiladas como la que le puso en la estacada con el caso “Parque Cué”. Ya sabemos la escasa consistencia entre lo que dicen y hacen algunos funcionarios de gobiernos extranjeros que constantemente hablan de combate al narcotráfico pero sin embargo sus nombres siempre aparecen en las agendas de los peces gordos del narcotráfico cuando éstos son arrestados. Esta dualidad es lo que en más de una oportunidad ha permitido a conocidos narcotraficantes desafiar airadamente a los recaderos imperiales, lo cual está demostrado por la absoluta desvergüenza con que Andrés Rodríguez ignoró las advertencias del embajador Jonathan Glassman en el robo de la victoria electoral de Luís María Argaña, en las internas coloradas de diciembre de 1992.
Aquel bien conocido episodio corroboró además que los sucesos de Febrero de 1989 sólo tuvieron como motivación exclusiva la ambición personal y no las convicciones políticas y mucho menos democráticas. Esta incontrastable verdad fue verificada por el público que asistió al forcejeo por el dinero sucio que llevó a más de un Oficial de caballería a convertirse en millonario de la noche a la mañana mediante la incautación de propiedades, automotores y dinero en efectivo. A pesar de ser esto ampliamente conocido, ello no impidió que los “grandes luchadores” pretendan aparecer como los responsables del “derrocamiento de la dictadura”. Una vez que cesaron los cañonazos y balaceras, Domingo Laíno abandonó su refugio en una embajada para desfilar por Palma a bordo de su desvencijado Jeep militar de entonces, como si hubiese estado al frente de las acciones armadas. Calé Galaverna trepó a los hombros de un desprevenido cambista que deambulaba frente al Panteón de los Héroes, al notar que aparecían cámaras de televisión, para arengar a dos o tres indiferentes clientes del Lido Bar. No quedaron a la zaga ciertos dueños de radios y diarios que se atribuyeron el golpe militar como si sus medios no hubieran sido clausurados por el mismo régimen que financió con dinero público su aparición.
Ese mismo dinero público que siguen recibiendo a manos llenas en agradecimiento por el invalorable servicio de haber llevado a la patria a su lamentable situación actual, y todavía ufanarse de ello e instrumentar ese falso prestigio para seguir figurando en el presupuesto del gobierno.
Luis Agüero Wagner
Periodista
Publicado digitalmente el 24 de mayo de 2007.